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Fotógrafo Jesús Abad Colorado: no es que esté saturado, cada vez me duele más el conflicto

'Cuando a uno le miren el trabajo con el paso de los años, la gente va a entender cuál era el ojo, el corazón y la conciencia de quien estaba detrás de una cámara o pluma'.

El fotoperiodista antioqueño Jesús Abad Colorado. Foto: Agencia Anadolu

El fotoperiodista antioqueño Jesús Abad Colorado. Foto: Agencia Anadolu(Thot)

Ser “El testigo” por más de 26 años de reportería gráfica no ha sido fácil para el antioqueño Jesús Abad Colorado y aún más si su lente ha retratado con énfasis a las víctimas del conflicto armado en sus momentos más cruentos. 

“No es que esté saturado con el tema del conflicto, es que cada vez me duele más”, confiesa a la Agencia Anadolu el comunicador social egresado de la Universidad de Antioquia, carrera donde desde temprano ya tenía visualizado ser un cronista de la imagen.

La conversación con la Agencia Anadolu no solo es sobre su exposición: “El Testigo”, suficientemente cubierta por los medios colombianos y visitada por cientos de personas, aunque no por muchos políticos y líderes del país en palabras de Abad Colorado, se extendió hasta el próximo 28 de abril en el Claustro San Agustín de la Universidad Nacional de Colombia, paradójicamente junto al Palacio de Nariño y el Congreso del país.

La charla mediada por un café en el centro de Bogotá y en la que fluyen cientos de anécdotas que enriquecen sus recuentos de un país que le duele también deriva en el panorama del periodismo colombiano, la tecnología al servicio del humanismo, los años en medio de la guerra que han cobrado factura, el posconflicto que también se deja retratar y lo que a manera de consejo debe ser el foco de la información, en medio de la avalancha de temas noticiosos que inundan el país: corrupción, Hidroituango, migración venezolana, vientos de guerra entre países vecinos. Hechos que, según él, tapan un poco esa Colombia llena de víctimas y de falta de humanidad en el oficio de reportar la realidad.

Qué más se puede hablar con el reportero gráfico más reconocido del país, el hombre que ha recorrido Colombia para “solidarizarse con las víctimas”, en sus palabras. 

Su ojo ha captado el dolor, la rabia, la muerte, la violencia, pero también la esperanza, la luz en medio de lo imposible. No es casualidad que esta exhibición, curada por María Belén Sáez de Ibarra, esté dividida en frases que invitan a continuar, a resistir en medio de la oscuridad: ‘No hay tinieblas que la luz no venza’, ‘Y aún así me levantaré’ y ‘Pongo mis manos en las tuyas’.

Testigo no protagonista

Le incomoda hablar de sus vivencias en primera persona. “Si yo me vuelvo protagonista de esas historias, se me empieza a perder el foco de eso que le ha pasado a un país donde se ha pisoteado, humillado a la gente indígena, a la gente negra, a la gente más vulnerable”.

No solo 'El Testigo' es ejercicio de memoria colectiva, de un pasado reciente que aún no termina de abandonarnos, es una reflexión solidaria compuesta por 500 fotografías del conflicto.

“Todo lo que he vivido me ha convertido en una persona mucho más sensible y que quiere generar reflexión en un país en donde otros están sembrando odios, sed de venganza”, asegura Abad Colorado, con un poco de quiebre en la voz.

Agrega: “he estado expuesto durante tantos años a vivir y acompañar cierto tipo de situaciones de violencia que quisiera que en los años que me queden de estar caminando por este país, poder seguir hablando mucho más de la esperanza, de la resistencia, de la resiliencia…”.

En ese sentido, tal vez busque volver a los caminos ya recorridos: “ir a los lugares que ya he pasado para mirar qué sucede con las comunidades, para entender de qué forma están tratando de salir de esa historia que les agobió, para mirarlos en sus esperanzas…”.

 

Anécdotas con o sin fotos

Solo queda escucharlo, encontrar un hilo narrativo en sus diversas ideas que a veces se bifurcan y generan nuevas anécdotas de sus correrías por el país. Oír las historias que con claridad de testigo recuerda Abad Colorado es emocionante y a la vez opresivo al corazón, aquellas que relata sobre sus retratados, por lo general gente que resiste en medio de la guerra, que han sobrevivido el conflicto, incluso que le abrieron las puertas de sus hogares años después de haber sido protagonistas de su lente por primera vez. 

"Unas trillizas crecieron en las montañas de Ciénaga, Magdalena, me hice amigo de ellas y las fotografié a lo largo de 10 años, aún conservo sus imágenes en mi celular. Ya son mujeres, dos de ellas son madres de familia, y se negaron a separarse tras la muerte de sus padres por causa del conflicto, adoptadas por Roberto, a quien también asesinaron por ser reclamante de tierras".

También nos cuenta con emoción sobre aquellas personas que sus fotografías conmovieron hasta las lágrimas. Aquel joven de 17 años que en una de las recientes conferencias de Abad Colorado en Bogotá le recitó un conmovedor poema inspirado en una de las imágenes del fotógrafo del río Cauca, una imagen simbólica de lo que el río lleva consigo, de lo que echan a sus aguas, a veces con olor a muerte.

"Una mujer viajó desde el Chocó, desesperada, adolorida ante la desaparición de su hijo, y se me acercó en medio de la exposición para ver si le podía ayudar a incluir en la muestra imágenes de su hijo perdido", recuerda.

Estas historias que surgen como consecuencia de sus fotos, son descritas con detalle como si hicieran parte de sus propios retratos, que describe con precisión; nombres, lugares, fechas. Esto, asegura el fotógrafo, se debe a su casi único compromiso laboral: con las víctimas, la población alejada de los centros de poder, del foco noticioso.

“Hay dos cosas que yo siempre he tratado de decirle a la gente, la ética y la estética tiene que ir unidas de la mano. Porque cuando a uno le miren el trabajo con el paso de los años la gente va a entender cuál era el ojo, el corazón y la conciencia de quien estaba detrás de una cámara o pluma”.

'Prefiero estar en otros lugares donde nadie va'

Le preocupa el tema de cómo “cubrir” la migración venezolana. Dice que aunque no hay una guerra interna en Venezuela, “hay un conflicto político cotidiano que viene siendo igual de criminal, despoja de la vida, desplaza, ha buscado silenciar la oposición…”.

Aclara que “la guerra vende más y claro nos quieren montar en una guerra con Venezuela y eso es lo que tendríamos que evitar”.

Sin embargo, insiste en el foco de su interés: “cuando una noticia, cuando un hecho se vuelve espectáculo, prefiero estar en otros lugares donde nadie va. Hoy en la frontera están los ojos puestos de la prensa. Si por mí fuera, estaría trabajando en el cañón del río Cauca, trabajando con la gente víctima de los hechos de Hidroituango (…), estaría contando las historias de mujeres como Maritza Quiroz, asesinada en el Magdalena, o los líderes del Cauca, del Putumayo o los de Norte de Santander…”.

El fotógrafo que se precia de ser más humanista que profesional de la cámara, no evade la tecnología, pues hace años está “digitalizado”: “si sirve para contar mejor la historia de una sociedad, bienvenida sea. Los nuevos medios, los teléfonos celulares y la inmediatez (…), lo que es bueno tiene que perdurar”.

Lastimosamente, las noticias falsas que circulan rápidamente por las redes, en medio de la inmediatez, “sin un contexto, generan ruido, desinformación y desdibujan el papel que podemos hacer…”.

Concluye la conversación con consejos a los periodistas: “para eso se necesita contexto, corazón, se necesita ojo y una cabeza bien puesta, que la historia de una sociedad no sea producto de las rabias, no sea producto de la ignorancia”.

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