Internacional

Castración y violación, nuevos métodos de tortura en Nicaragua

Organismos de derechos humanos advierten sobre la brutalidad de las torturas como método para castigar a quienes piensan diferente al gobierno.

Fieles católicos con banderas de Nicaragua en la Plaza de San Pedro en Roma el 1 de julio de 2018. (El Vaticano ). Foto: Agencia Anadolu

Fieles católicos con banderas de Nicaragua en la Plaza de San Pedro en Roma el 1 de julio de 2018. (El Vaticano ). Foto: Agencia Anadolu(Thot)

Por: Wilfredo Miranda Aburto

Desde hacía dos meses y medio, lo primero que hacía el campesino Bryan Rogelio Cruz Calderón al volver del cafetal era cargar a su bebé. Aunque no era la primera vez que era padre, la nueva integrante de la familia lo mantenía emocionado. El 30 de agosto jugueteaba con la pequeña en su regazo cuando patrullas policiales y paramilitares encapuchados irrumpieron en su vivienda, asentada en la comunidad de El Dorado, una región montañosa y fría en el departamento de Jinotega, al norte de Nicaragua.

Los hombres armados lo rodearon, lo neutralizaron con un balazo en la pantorrilla, y lo capturaron. Sin embargo, aquel dolor que sentía a causa del disparo no sería nada en comparación a lo que sufriría después en un sitio recóndito, donde nadie podía escuchar sus alaridos, mientras era castrado con un cuchillo.

“Me torturaron y terminaron sacándome uno de mis huevos (testículos)”, relató Cruz Calderón a la Agencia Anadolu vía telefónica. Ha pasado casi un mes desde el 30 de agosto. Este campesino ha tomado la decisión de denunciar lo que sufrió porque teme que lo apresen cuando sea dado de alta del hospital. La Policía y los paramilitares lo capturaron bajo el argumento de haber participado en el ‘tranque’ y las barricadas del municipio de Pantasma.

“Mi hermano no andaba en eso (protestas contra el gobierno de Daniel Ortega). Es un hombre trabajador, afanado con su niñita recién nacida… es una barbaridad lo que le han hecho”, dijo Antonia Cruz, hermana de la víctima.

Antonia es una campesina de hablar atropellado. La indignación que siente por lo que le han hecho a su hermano acelera su hablado, como si lo quisiera decir todo de una vez, para que el peso de sus palabras golpeara “a los perros policías”. Ella viajó a Managua para exponer el caso ante organismos de derechos humanos. Llegó acompañada de fotografías que muestran a Cruz Calderón desecho en una camilla del hospital general ‘Victoria Motta’ de Jinotega. La zona entre su abdomen y sus genitales está hecha jirones.

“Con el cuchillo le abrieron sus partes íntimas y lo apuñalaron en la barriga”, afirmó Antonia Cruz. Al ser consultado por separado, el campesino detalló el horror que vivió. Son detalles sórdidos… de hecho, de los peores relatos de tortura que la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH), ha conocido en estos cinco meses de protestas contra el gobierno de Daniel Ortega.

“La brutalidad en los métodos de tortura de la Policía y grupos paramilitares ha empeorado”, advirtió el abogado Pablo Cuevas.

Cuevas recibió el caso de Cruz Calderón en la CPDH. El defensor de derechos humanos se mostró espantado ante este caso de castración. “Sabíamos de estudiantes a quienes les arrancaron las uñas, fueron rayados con bisturíes en el cuerpo, ahogamientos, choques eléctricos, golpizas, pero esto… es bastante inhumano”, dijo.

Lo golpearon antes de castrarlo

El campesino Cruz Calderón tuvo que dejar en el piso del corredor de la casa a su bebé para que las balas no la hirieran. De acuerdo a su testimonio, los policías y los paramilitares irrumpieron a su propiedad disparando. Intentó huir por un cafetal, pero fue alcanzado por el disparo en la pantorrilla izquierda. El disparo del fusil le fracturó la pierna.

“Los encapuchados me subieron a una camioneta y brincaron sobre mi pierna rota”, aseguró Cruz Calderón. El relato tortuoso sigue en la cascada de San Enrique, un salto escondido en la montaña. “Los oficiales me interrogaron allí. Me preguntaban si yo participé en el tranque de Pantasma. Como me negué, porque yo no he andado en eso, me pateaban en la cabeza y seguían saltando sobre mi pierna”, relató el campesino.

La Policía Nacional no le contestó a la Agencia Anadolu para conocer su versión acerca de esta grave denuncia. El relato de este hombre compromete el actuar policial. Según Cruz Calderón, tras finalizado el interrogatorio en la cascada, lo trasladaron a la ciudad de Pueblo Nuevo, en Jinotega.

El abogado de la CPDH dijo que los interrogatorios de policías y paramilitares contra los ciudadanos durante las protestas ya no persiguen solo obtener información, “sino que son un castigo contra quienes piensan diferente al gobierno. Al parecer es un nuevo método de torturar de forma tan inhumana, sin sentimientos”, lamentó Cuevas.

Los oficiales retomaron los interrogatorios de Cruz Calderón en Pueblo Nuevo, en un sitio donde nadie “podía escuchar mis gritos de dolor”, señaló el campesino. Pero el método de tortura allí traspasó los golpes.

“Dos oficiales me agarraron de las piernas mientras estaba esposado. Otro se subió encima de mí, y con un cuchillo me desgarró el ano”, narró Cruz Calderón conmovido. “El policía después me abrió mi huevo (testículo) izquierdo y me preguntaba qué sentía, que si me dolía cuando me cortaba…”, agregó.

Los oficiales acusaban a Cruz Calderón de participar en las protestas contra el gobierno de Daniel Ortega, cuya represión por parte de fuerzas policiales y paramilitares deja más de 322 muertos y miles de heridos. También hay un sinnúmero de denuncias de torturas y malos tratos. La misión de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Oacnudh) lo recogió en su informe final sobre la represión en Nicaragua, que le valió la expulsión del país dos días después de publicarlo.

“Los testimonios recibidos por la Oacnudh señalan que algunos detenidos han sido sometidos a torturas físicas –incluyendo quemaduras con pistolas de electricidad y/o cigarrillos, el uso de alambre de púas, golpizas con puños y tuberías e intentos de estrangulación– como también a torturas psicológicas, incluyendo amenazas de muerte”, dice el informe de la ONU.

Cruz Calderón aseguró que luego de que lo castraron, lo apuñalaron en el abdomen. Al verlo moribundo, los oficiales lo fueron a dejar al hospital general ‘Victoria Motta’. Iba inconsciente. Antonia Cruz afirmó que los oficiales solo informaron a los médicos que su hermano llevaba herida la pantorrilla y la cabeza. Sin embargo, cuando ella le quitó la ropa interior para lavarle la mugre y la sangre adherida a su piel, vio el daño en los genitales y el abdomen.

El campesino fue operado de inmediato. A medida que mejora, los oficiales volvieron al hospital público a amenazarlo de muerte y de apresarlo cuando sea dado de alta. Antonia Cruz dijo que un día, mientras lo bañaba, un oficial golpeó a su hermano en el baño. Ella pidió a los doctores que expulsaran a los policías. Ante el asedio policial, la familia decidió denunciar el caso.

“Acaban de ir a amenazar a mi familia en Jinotega cuando se dieron cuenta que denuncié”, dijo Antonia Cruz a la Agencia Anadolu. La familia de Cruz Calderón tiene miedo, pero sobre todo él, postrado a la camilla, con la parte baja del cuerpo lacerada, pide “que no me echen preso”. “Me van a matar”, expresó el campesino.

Tortura sexual

El informe de la ONU también señaló que ha habido tortura sexual en los centros de detención. “Tanto hombres como mujeres que han sido detenidos han proporcionado relatos de la violencia sexual sufrida mientras estaban privados de libertad”, refiere el informe.

La sordidez de los malos tratos contra los presos varones incluye penetraciones anales con rifles y otros objetos, de acuerdo con la ONU. El neurocirujano Josmar Briones, quien se encuentra en el exilio, expuso al secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, su experiencia atendiendo a los heridos de la represión.

Briones relató que recibió en su clínica privada a dos jóvenes que fueron violados con fusiles AK-47 por paramilitares. “Llegaron a mi clínica, iban cabizbajos y no podían caminar, sangraban mucho de sus pantalones. Tampoco querían ir a un hospital público por miedo a que los apresaran o los siguieran torturando. Solo querían que les detuviera el sangrado”, detalló el médico.

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