Internacional

Elecciones en Israel 2013

En comicios anticipados, este martes los israelíes eligen su nuevo Congreso unicameral. Uno de los 120 parlamentarios será el primer ministro número quince en 65 años de historia.

El Estado isarelí cumple 65 años de historia, eligiendo a su primer ministro número quince. Foto: Azury Chamah / W Radio

El Estado isarelí cumple 65 años de historia, eligiendo a su primer ministro número quince. Foto: Azury Chamah / W Radio(Thot)

Circula por estos días en Facebook una supuesta anécdota en la que una maestra de matemáticas pide a uno de sus alumnos que exponga un ejemplo de la operación de la división no exacta. El infante tomó aire y dijo: Israel elige 120 parlamentarios y hay treinta y tres partidos políticos, eso quiere decir que a cada partido le corresponden tres cupos completos, luego tenemos que poner una coma y allí es donde empieza a ponerse la cosa maluca, pues como no se puede partir a una persona en pedacitos, alguien tiene que perder.

Renglones abajo, un usuario propuso la continuación de la historia. Se le pide a otro alumno que explique qué son partidos de derecha y de izquierda. Este niño dice: En el congreso acomodaron 120 sillas. Como la puerta está en mitad, sesenta se tienen que sentar a la derecha y otros sesenta a la izquierda. La pelea se forma porque todos se quieren sentar al lado en el que está la mesa con la comida.

En cualquier caso, los colegiales están felices, pues este martes no hay clases. Sus aulas se convierten en centros de votación a los que más de cinco millones 500 mil israelíes podrán asistir para elegir la Knesset, el parlamento, en una tarjeta electoral que propone treinta y tres opciones, reconocidas por las fotos de candidatos sonrientes, acompañados por cabalísticas letras hebreas en blanco y negro, pues hace algunas décadas se determinó que el uso de números en los papeles electorales puede inducir a confusiones en los ciudadanos.

A esta hora, exactamente, la atención se centra en 800.000 mayores de edad, que según las encuestas componen al grupo de los indecisos. También a esta hora, exactamente, el presidente Shimon Peres, a sus 89 años, respira sereno pero es consciente de su responsabilidad constitucional: según la carta política, pasados los comicios, debe llamar a uno de los parlamentarios elegidos (no necesariamente al ganador) para proponerle que conforme el nuevo gobierno.

Al colgar el teléfono, el ungido dispondrá de 28 días (prorrogables a otros quince) para negociar la coalición, en la que deberá asegurar la mitad más una de las curules, es decir, 61 para la más alta función legislativa, la aprobación del presupuesto nacional. Vencido el plazo, y con la tarea bien hecha, Peres sonreirá y le informará protocolariamente que se ha ganado el privilegio de ser el primer ministro número quince del Estado de Israel.

Un anciano rabino señaló una vez que el tema de los 28 días obedecería al ciclo menstrual en el que la matriz se prepara para la gestación. De cualquier manera, este estresado parlamentario deberá reunirse a negociar desesperadamente con quienes horas antes eran sus más feroces contendores para lograr un apoyo a cambio de carteras ministeriales, nombramientos, embajadas y promesas de impulsar iniciativas legislativas. En palabras simples, ejercerá el más occidental modelo de la democracia.

La Constitución israelí establece que el primer ministro puede disolver el parlamento y citar a nuevas elecciones cuando su coalición de gobierno esté amenazada y no pueda garantizar la aprobación del presupuesto para el siguiente año. Una vez más fue este el caso que hace un par de meses llevó a que Benjamin Netanyahu optara por el “borrón y cuenta nueva” en momentos en que una alta popularidad le permitía opciones casi seguras para su reelección.

Los dolores de cabeza por temas como la inclusión de los religiosos ultraortodoxos en las filas del ejército, la siempre polémica asignación de recursos estatales para el rubro de la seguridad y otro monto para la construcción de asentamientos, no se curaron con un par de aspirinas. Bibi (apodo del mandatario desde sus tiempos en la milicia) obtuvo el visto bueno de sus copartidarios del derechista ‘Likud’ para jugar de nuevo a la ruleta cuando ya era evidente la desintegración de la congregación del opositor partido ‘Kadima’, ganador de los comicios anteriores en cabeza de la excanciller Tzipi Livni quien, a propósito, vencidos los plazos no logró formar coalición de gobierno, tras lo cual Netanyahu recibió en bandeja de plata la silla del ejecutivo.

Para enfrentar la nueva campaña, Bibi sorprendió con una astuta jugada política. Abrazó a su polémico canciller Avigdor Liberman, lider del ultra derechista partido Israel Beiteinu (Israel nuestra casa) personaje acusado de racista y de feroz opositor a la causa palestina.

Este matrimonio por conveniencia permitía pensar que el ahora imparable Likud-Beiteinu recuperaba su naturaleza derechista al tiempo que conseguiría con facilidad 45 escaños en la nueva Knesset a los que sólo bastaba agregar, con muy pocas concesiones, 16 curules más de otras congregaciones para llegar a la codiciada mitad más uno.

Pero las cosas cambiaron. Los últimos domingos llegaron los resultados de las encuestas en las que la nueva alianza perdía las sillas potenciales. A ello se sumó la acusación formal de la Fiscalía contra Líberman por los delitos de fraude y abuso de poder hace cuatro semanas. Líberman renunció a la cancillería, pero continuó en la foto electoral.

Los contendores del primer ministro pescaron en río revuelto y recordaron al electorado las bien deterioradas relaciones con Washington, el creciente déficit fiscal, el fracaso de la negociación con los palestinos, los altos gastos en la infructuosa lucha contra el programa nuclear iraní y el no haber aplastado, como prometió en su momento, al terrorismo del Hamás en la reciente operación “Pilar Defensivo”.

El último sondeo refleja que Netanyahu alcanzará un máximo de 32 curules, mientras resultaron fortalecidos los partidos Laborista de Shelly Yahimovich que lograría 14, el nuevo partido derechista Habait Hayehudí (El hogar judío) del millonario Naftalí Bennett, antiguo asesor de Netanyahu y quien se perfila con 17 escaños, y la sorpresa política por cuenta del ex presentador de noticias Yahir Lapid con su Yesh Hatid (hay futuro) que acomodaría 12 sillas.

Netanyahu, no logra dormir tranquilo. Mientras debe cumplir simultáneamente sus funciones de gobernante y candidato, tiene claro que a pesar de una victoria asegurada en número de votos, la izquierda y el centro bien podrían sumar electores suficientes para derrotar la pretensión de un nuevo gobierno de naturaleza derechista. Paradójicamente la palabra la tienen sus enemigos políticos con quienes seguramente tomará café a puerta cerrada en los próximos días mientras, mientras el presidente Shimon Peres, con su acostumbrada serenidad, le pedirá a su secretaria que marque un número telefónico, los niños harán cuentas matemáticas en las escuelas y los ciudadanos escribirán chistes en Facebook.
 

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