Soluciones W: De pedir bultos de cemento a tener la casa de sus sueños

La llamada que Amanda Acosta recibió aquel diez de septiembre del 2019 fue como un baldado de agua fría, pero esta vez en el mejor de los sentidos.

Rompiendo el orden de las cosas y porque así los obligó las circunstancias, su morada empezó a tomar forma en bloques, sin una base sólida ni columnas que sostuvieran cada uno de sus sueños. Foto: Redacción W Radio

Rompiendo el orden de las cosas y porque así los obligó las circunstancias, su morada empezó a tomar forma en bloques, sin una base sólida ni columnas que sostuvieran cada uno de sus sueños. Foto: Redacción W Radio(Thot)

El barrio Egipto se encuentra ubicado en la parte alta de la capital colombiana, sus cerros verdes y fríos han acobijado a Amanda Acosta y su familia por más de dos décadas. En la ruleta rusa de la vida, una mala jugada los escogió para darles uno de sus peores calvarios: ser testigos a fuerza de cómo su hogar se caía poco a poco, pero a pasos agigantados.

Amanda es el pilar entre los seis, la balanza, la fuerza que los une. En eso coinciden todos. Con 57 años encima, la simpatía y la armonía de su ser juegan a su favor y la hacen ver aún más joven. Nadie creería que empezar su rutina desde las cinco de la madrugada empataría con un buen humor.

Haciendo frente al frío bogotano, se levanta cada día a laburar en su puesto de dulces ubicado en los alrededores de la universidad de los Andes, donde a veces la acompaña su esposo. Mientras tanto su hija Jennifer, se prepara también para asistir a otra universidad donde es becada y estudia derecho, sus metas son muy claras: obtener el título honrando a sus padres y sacar adelante a su pequeño Samuel. Amanda tiene otros dos hijos varones, los mayores, los cuales una vez crecieron decidieron emprender fuera de casa.

Esa casa antes era un lote baldío perteneciente a su abuela paterna donde la esperanza y la perseverancia fueron los primeros requisitos para empezar a construir un hogar merecido. Rompiendo el orden de las cosas y porque así los obligó las circunstancias, su morada empezó a tomar forma en bloques, sin una base sólida ni columnas que sostuvieran cada uno de sus sueños.

Fue en mayo de 2019, cuando Bogotá amaneció tormentosa, gris, muy gris y luego llegó la lluvia, fría, fuerte y dura. El clima hizo de las suyas y en un abrir y cerrar de ojos ya era común ver a sus seres queridos durmiendo bajo plásticos, latas, goteras y paredes caídas por la humedad. Como en todas las familias, siempre existen momentos de dificultad y este sería uno de esos, quizás el más significativo. Desde entonces la inquietud y la desesperación se volvieron los mejores amigos de Amanda.

Muchos pensarían que esto resultaba una tragedia para ella, no cabe duda de que lo era, pero una de las virtudes de Amanda es hacer de cada obstáculo un escalón e ir un paso más adelante de cualquier zancada que la vida injustamente le daba. Por citar uno de tantos ejemplos, se vale recordar el momento en que su hija quedó en embarazo. Ella, consciente de la situación –muy joven y sin el apoyo del progenitor- su contestación más clara fue el aborto. Su madre, siendo fiel a su papel y sin tartamudear, le dijo, o más bien, le afirmó, que tenía todo su apoyo y que en su casa también había espacio para el más chico de la familia.

Meses después y sin esperarlo, los buenos vientos de agosto le traerían –por fin- buenas noticias. No es sorprendente sacar a relucir el cariño que la comunidad estudiantil siente por Amanda, pues luego de 24 años de trabajar en el mismo sector, ya son muchos los que la reconocen y sienten casi la obligación de comprar su mecato allí. Fue precisamente a uno de ellos a quien le hizo el tierno regalo de su más reciente desesperación, mostrándose humana y vulnerable le confío su situación y la angustia que sentía, pues no contaba con los recursos necesarios para poder volver a levantar su casa, a quien tanto amor le tenía.

Fue Daniel Ruíz –estudiante de la universidad– quien le brindó su ayuda, llegó a conmoverse con su historia y se puso en contacto con el equipo de Soluciones W en donde a través de un correo electrónico y mediante algunas fotos, comentó el caso que vivía ella junto a su familia, el mal estado de su vivienda, los problemas económicos que atravesaban y las repercusiones de salud que fácilmente podían padecer a causa de la humedad, el frío, las lluvias, etc.

Con el pasar de los días y viendo que el caso ameritaba una ayuda pronta, Soluciones W decidió tomar el caso y buscó los apoyos necesarios para poder devolverle la tranquilidad que Amanda pedía en un silencio ensordecedor. Por tal razón, se logró una alianza con varias empresas, los cuales hicieron la donación de los materiales necesarios junto con la mano de obra.

No obstante, la sorpresa no terminaba allí. Comenzaba a escampar y a la causa se unieron otras dos compañías, las cuales amoblaron la casa con juegos de alcoba, colchones, muebles y un equipo de sonido. Esta vez el ruido de la lluvia empezaba a despejarse, Amanda empezaba a contemplarla de manera diferente y ya no en primera persona.

La llamada que recibió aquel diez de septiembre del 2019 fue como un baldado de agua fría, pero esta vez en el mejor de los sentidos. Nunca imaginó poder andar descalza sin que sus pies se ensuciaran por la arena, que su intento de patio fuera convertirse en una sala más grande o que el tubo por donde medio salía agua, pasara a ser una ducha entre baldosas y claridad. La casa soñada se logró construir en un “tiempo record”, en mes y medio, Amanda y su familia pueden dormir cómodamente, en una casa con techo y paredes dignas, lejos de la preocupación que los acechaba todos los días. En un hogar bien merecido.

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