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El hombre que hubiera defendido a Hitler

Se ha dicho que la familia de Sadam Hussein rechazó su oferta de defender al exlíder iraquí temiendo que contar con el abogado del diablo probaba de por sí su culpabilidad.

Vergés decía que se aficionó a los puros gracias al Che Guevara, a quien conoció en París. Foto: ElPaís

Vergés decía que se aficionó a los puros gracias al Che Guevara, a quien conoció en París. Foto: ElPaís(Thot)

Apodado el abogado del terror y el abogado del diablo, Jacques Vergès fue conocido por defender a catalogados "terroristas" como el venezolano Carlos el Chacal y a grandes amigos suyos como el exlíder de los jemires rojos, Khieu Samphan, acusado del genocidio que mató a más de dos millones de personas en Camboya entre 1975 y 1979.

No titubeó en decir públicamente que habría defendido a Adolf Hitler y a Osama Bin Laden, y que incluso haría lo mismo por George W. Bush, eso sí, "siempre que se declarara culpable".

El letrado, gran amante de los puros cubanos desde que se los recomendara personalmente, según confesó, el mismo Che Guevara, moría esta semana a los 88 años dejando con semejante currículum el rastro de una carrera bipolar, donde la extrema izquierda y la derecha se desdibujan en nombre de una particular concepción del derecho.

Una forma de concebir la abogacía que explicaría cómo un joven Vergès de 17 años, miembro de la resistencia francesa contra los nazis, terminó defendiendo décadas después, en 1984, ni más ni menos que a Klaus Barbie, un dirigente de alto rango de la Gestapo.

Defensa de ruptura
Dicen que Vergès, hijo de un diplomático francés y una mujer vietnamita, fue pionero en lo que se conoce como "defensa de ruptura", una defensa de confrontación táctica en los tribunales, acompañada de una campaña para movilizar a la opinión pública a favor del defendido.

La primera vez que la puso en práctica fue en la década de los 50 para salvar de la guillotina a la militante anticolonialista argelina, Djamila Bouhired, encarcelada, brutalmente torturada y acusada de matar al menos a 11 personas en ataques bomba. Vergès no sólo le salvó la vida, sino que se casó con ella.

Miembro activo del partido comunista, un día de 1970 se borró del mapa, dejando a Djamila y dos hijos detrás. Nadie supo de él hasta 1978, cuando reapareció en París para reiniciar su carrera de abogado. Algunos rellenan ese hueco biográfico con supuestos vínculos con militantes palestinos o una militancia activa junto a los jemeres rojos de Camboya.

Sin embargo, este periodo que él calificó de "oscuro" sigue siendo un misterio. Lo que sí se sabe es que a su regreso se consagró como el abogado del extremismo.

Entre su cartera de clientes contó con el expresidente serbio Slobodan Milosevic, acusado de crímenes contra la humanidad, y el exprimer ministro iraquí Tariq Aziz, exasesor de Sadam Hussein, a quien se responsabilizó de la ejecución de 42 comerciantes declarados culpables de especulación.

"Luchadores de resistencia"
No importaba si eran de derechas o de izquierdas, si sus defendidos eran acusados de genocidios, ataques bomba, raptos o el asesinato premeditado de inocentes. Vergès tomó la defensa de todos aquellos que generaban titulares con el calificativo de "monstruos" y en ocasiones los llamaba "luchadores de la resistencia".

"No puedo tolerar ver a una persona siendo humillada, ni siquiera un enemigo", se justificó rememorando el juicio contra Klaus Barbie en 1984, en una entrevista para 'El abogado del terror', el documental que hace un repaso de su vida.

"Un abogado que no acepta a criminales, es como un médico que no puede ver sangre y heridas", dijo en otra ocasión en una entrevista al diario alemán Spiegel.

Vergès decía que su ambición era "iluminar el camino que les llevó a cometer estos actos", que incluso los "monstruos" tenían manos, y dos ojos, y algunos como Adolf Hitler amaban a su perro y besaban la mano de sus secretarias.

No obstante, algunos creen que su reputación perjudicaba más que ayudaba a sus clientes.

Vergès moría este 15 de agosto, dicen que cuando se disponía a cenar con amigos en su residencia de París, la misma que perteneció en su día al ilustrado de otrora radicales ideas, Voltaire.

Como él, Vergès podría considerarse un radical, un radical del derecho. Un hombre que un día dijo algo que podría valer hoy como epitafio: "Gracias a mi profesión, soy familiar con el punto de vista del terrorista, del policía, el criminal y el idiota, la virgen y la ninfómana, y puedo decirte que esto mejora la visión de uno".

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