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Las reflexiones de Bob Kull, el hombre que vivió durante un año solo con su gato en una isla remota

Bob Kull explicó en La Hora del Regreso que le gustaba la soledad y que una de las cosas más complejas de ese año en el que estuvo solo fue aceptar que no es “solamente un ser de luz, sino también un ser de sombras”.

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Hombre en una isla solo. Foto: Getty Images.

Este miércoles, 17 de septiembre, habló en los micrófonos de La Hora del Regreso Bob Kull, un estadounidense que actualmente tiene 79 años y en su juventud tomó la decisión de irse durante un año a vivir solo en una isla de la Patagonia Chilena jutno a su gato.

En este medio narró los motivos que lo llevaron a tomar esta decisión y las lecciones que este experimento le dejaron.

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Su “aprecio” de la soledad

Kull narró cómo empezó su amor y simpatía por estar solo, pues vivió una infancia en medio de la pobreza y eso lo llevaba a buscar espacios en donde pudiera conectar con él mismo.

Esto empezó cuando era muy joven, Mi familia era pobre en el campo y no me sentía muy cómodo muchas veces con ellos y los vecinos entonces salía al bosque cerca de donde vivía para pasar mucho tiempo solo”, contó.

Ay agregó: “Una de las pocas cosas que a mis padres, a mis hermanos y ami nos gustaba era estar en la soledad y con la naturaleza”.

Me sentí más cómodo al poder ser más yo y no pretender ser algo que no soy”, enfatizó.

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Sus viajes y cómo tomó la decisión de vivir solo en una isla durante un año

Kull comentó que salió de su casa a los 18 años y fue “viajando, conociendo el mundo y pasando tiempo a solas en el bosque”.

Relató cuál fue el primer momento en donde por su cabeza pasó la idea de vivir apartado de la sociedad como hoy en día la conocemos.

“Cuando tenía 28 o 30 años sentí algo, me sentí descolocado por dentro (...) Salí en mi canoa durante tres meses en el norte de Canadá y pase ese tiempo sin ver a nadie. Pensé: ‘un día quiero pasar un año entero así, sin ver a nadie’. Fueron muchas cosas en mi mente”, narró.

El día que tomó la decisión de irse a vivir solo en una isla remota: así fue

En la entrevista comentó que en las montañas y las costas de República Dominicana vivió durante 9 años y allí tuvo un accidente que cambió todo.

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“Un borracho me atropelló en la motocicleta y quedé en un hospital un año. Perdí parte de una pierna y cuando salí decidió devolverme a la universidad en Montreal, Canadá. Una cosa siguió a otra y decidí en mi doctorado hacer un estudio sobre mí mismo. Los efectos de la soledad en una persona. Para irme a Chile (país en donde vivió completamente solo un año), en parte, era un retiro espiritual y un estudio de ciencias sociales”, contó.

Ya estando en ese lugar se enfrentó a fuertes condiciones, vivía en una cabaña que estaba siempre húmeda; sin embargo, contó que nunca pensó en irse a pesar de las situaciones difíciles.

“Era medio terco, no pensé en salir. Tenía casi 50 años (...) pero había cosas medio difíciles. Parte de la gente no le gusta estar solo, tiene miedo de su propia gente, de las sombras, de los demonios que todos llevamos por dentro. En la soledad, sin los escapes sociales hay que enfrentar eso por dentro”, contó.

¿Qué fue lo más difícil de la experiencia?

Aunque muchos pensarán que lo más difícil tal vez fue la comida o el clima, para Kull lo más difícil fue aceptarse.

“Lo más difícil fue aceptar todos los aspectos de mí mismo, que no soy solamente un ser de luz, también soy un ser de sombras y oscuridades, que soy muy oscuro por dentro”, reveló.

Y contó: “No hay nada fácil estando solo. Había muchos dolores físicos, pero creo que vale la pena para cada quien tomar, al menos, 15 minutos para apagar el radio, la televisión, solo sentarse consigo mismo, nada de filosofar, simplemente estar consigo mismo respirando, notando la respiración”.

En un momento le tocó arrancarse un diente

Kull contó un momento en donde tuvo que sacarse un diente. “Cuando uno está a solas la cosa cambia, todo el mundo cambia: sus pensamientos, su actitud y sus percepciones”.

“Tenía, entonces, esa muela que se pudrió y dije: ‘bueno, tengo dos posibilidades, lo saco yo mismo o debo salir de la soledad para ir al dentista’, y yo no quería salir de la soledad. Solo podía sacarlo yo, pero tenía mucho miedo. Era un diente arriba y tengo raíces que van a mis ojos”, dijo.

Así, narró: “Tenía un teléfono satelital y no lo usé para comunicar cosas diarias, pero cada mes debía enviar un e-mail a la universidad diciendo que estaba bien, vivo”.

“Si yo necesitaba ayuda, tenía una amiga que era enfermera. Le mandé un correo contándole lo que pasaba. Ella estaba en Texas y me respondió diciendo: ‘Mira, pendejo, la gente se ha sacado los dientes durante siglos, deja de llorar. Amarra un hilo al diente, la otra punta a la puerta, sácalo y deja de molestarme”.

“Ese e-mail fue mi inspiración para sacarlo. Pensaba: ‘sí, yo puedo hacer eso’”, dijo entre risas.

“El problema era que yo no tenía puerta en mi cabaña. Fui a la playa, busqué una piedra grande, amarré el hilo al diente, el otro lado del hilo a la piedra. Me paré en la cama, saqué mi camisa para no cubrirla con sangre, tenía la piedra lista para soltarla y me di a mí mismo una mini lectura, dije: ‘está bien, tienes miedo, pero hay que soltar la piedra’”, dijo.

Como reflexión final explicó: “Los seres humanos necesitamos relaciones con otra gente, pero también necesitamos relaciones con rostros mismos y la naturaleza y también con algo que no sea físico”.

¿Y el gato?

Kull mencionó: “El gato no fue idea mía, no tenía pensado llevarlo, pero nos volvimos muy amigos, no había más nadie”.

Escuche la entrevista completa a continuación:

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