Los obreros, la otra cara de los Juegos Centroamericanos y del Caribe

No solo los presidentes, directivos y deportistas son los protagonistas, también las personas que desde las 4:00 de la mañana se levantan y llegan a los diferentes escenarios con sus cascos, palas y arnés a trabajar duro hasta el punto que el sol inclemente no es excusa para cumplir con sus labores. 

“Nos llena de orgullo ser parte de este proyecto, todos los días llego al trabajo con el sueño de ver el estadio culminado y me llena de orgullo hacer parte de la historia de Barranquilla, porque cuando pasen los años diré que puse un ladrillo en ese lugar”, comentó un obrero del estadio de Atletismo Rafael Cotes. 

El día a día no es fácil, por momento, los albañiles deben dejar a un lado sus problemas familiares para tratar de cumplir los tiempos estipulados en la obra. Curiosamente, uno de ellos jamás estudió psicología, pero con el pasar de los meses ha sido el consejero de todos. 

Llega el mediodía y los gritos se escuchan en todo los alrededores: "¡Nojoda, que sol!", en la otra esquina, "vamos almorzar, tengo hambre". Minutos después, salen a comer, algunos traen sus alimentos y otros se van a buscar el famoso ‘Corrientazo’ o el arroz de lisa típico que se ubica en los parques de la ciudad y que será el plato principal gastronómico para los visitante a los Juegos Centroamericanos. 

Después de sus labores todo vuelve a la normalidad, cada uno se desplaza a sus casa y ya tienen en mente los planos que deben hacer para el día siguiente. 

El estadio de atletismo está ubicado al lado del estadio Roberto Meléndez (detrás de la tribuna norte y al lado del Polideportivo Carlos Valderrama). Es una superficie sintética de ocho carriles de un metro y 22 centímetros cada uno, como lo establece la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF).