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Excomandantes de Ejército y Brigada salpicados en investigación al Batallón Ospina

Entre los crudos testimonios relacionados con falsos positivos, se encuentra la forma en la que fueron asesinadas las víctimas y la presunta responsabilidad de comandantes como el coronel Edgar Emilio Ávila y otros oficiales.

Excomandantes de Ejército y Brigada salpicados en investigación al Batallón Ospina

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Colombia

La W conoció en exclusiva varios de los testimonios rendidos por varios exintegrantes del Batallón Pedro Nel Ospina en Antioquia ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), en los que confesaron su participación en decenas de ejecuciones extrajudiciales en esa unidad militar, que casualmente fue la que más “bajas” presentó en el 2006 a nivel nacional, a pesar de tratarse de un batallón de ingenieros.

Entre los altos oficiales que fueron salpicados en los testimonios se encuentra por ejemplo el general (r) Óscar González Peña, excomandante del Ejército, quien de acuerdo con el relato del coronel Carlos Iván Cadena Montenegro (antiguo segundo comandante del Batallón Ospina), cuando se desempeñaba como comandante del Comando Conjunto Caribe, en una reunión le fue insinuada la ocurrencia de ejecuciones extrajudiciales, pero el general fue omisivo y, al contrario de pedir más información, se enojó con quien lanzó la denuncia.

“Mi general González comenzó preguntándole a cada uno, cuántas bajas lleva su unidad (...) algo que me impactó fue que cuando llegó al mayor Carrasquilla, quien venía del Batallón Manosalva y le respondió: dos bajas pero bien hechas, pues mi general se transformó y empezó a gritar ‘llámenme a la juez que este mayor tiene una denuncia contra nosotros’, y arrancó y se fue”, detalló el coronel Cadena.

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Según el coronel Cadena, tras esa reacción pensó que, si esto lo hace el comandante del Comando Conjunto, ¿uno qué puede esperar de esto? “Yo pensaba en una reacción donde dijera, si son dos bajas legales entonces dígame las otras, cuénteme qué está pasando, pero no tomar esa actitud desafiante”, expresó el coronel sobre el general Peña.

Otro de los oficiales que fue señalado fue el excomandante del Batallón Ospina y de la Octava Brigada del Ejército, coronel (r) Edgar Emilio Ávila Doria, quien de acuerdo con testimonios como el del sargento William Darley García conocía de la práctica de ejecuciones extrajudiciales e incluso, sostuvo que en la sede del Batallón en Bello (Antioquia), el coronel conoció de la compra de armamento para ponerle a las víctimas.

“Esa arma se buscó en Bello (...) una vez haciendo balances de cuentas y gastos al coronel Ávila, se le informó sobre los gastos de los que hubo necesidad en este caso, precisamente la adquisición del arma, se le manifestó que se había hecho una inversión para la compra de la pistola que se le había puesto a la persona. Él dijo ‘ah, bueno’, y lo tomó normal”, señaló el sargento García.

Incluso, García sentenció que en al menos una ocasión se dirigió a reunirse con el coronel Ávila en el sector de El Poblado (Medellín), indicando que el coronel se encontraba en una camioneta Nissan Pathfinder que tenía. Según García, en ese lugar le informó que ya habían adquirido el fusil para ponerle a uno de los civiles reclutados que iban a matar y presentar como guerrilleros responsables de alteraciones al orden público.

“El día que se tenía el fusil para ponerle a esa persona, ese día yo personalmente me encontré con el coronel Ávila en el parque de El Poblado, en la calle 10 con la avenida Poblado, yo llegué con el fusil en la camioneta del PAU, y el coronel en una camioneta Nissan Pathfinder café, yo me le acerqué al carro de él y le dije que ya tenía el fusil en la camioneta para la operación para bajar la presión por la quema de una buseta”, señaló García.

Asimismo, en su confesión otro de los oficiales el sargento Iván Mauricio Ochoa, expresó que en una ocasión previo a la comisión de los homicidios, consultó al coronel Ávila para manifestarle la necesidad de colocarle a las víctimas pistolas que se adecuaran al tipo de “armamento que usaban esas personas”, que al parecer eran delincuentes, que se iban a engañar para matarlos.

“Yo le hice esta manifestación frente a frente al coronel (...) en la torre habían armas tipo changon, como escopetas pequeñas, y la información de inteligencia era que estas personas se movían con armas cortas, entonces por eso se requería un arma de estas características”, manifestó el sargento Ochoa.

La W también conoció la versión voluntaria rendida por el coronel Ávila, en la cual negó cualquier participación en hechos de orden criminal durante su paso por ese batallón y sostuvo que siempre “les dio buen ejemplo” a sus soldados.

Por otra parte, en los relatos de los soldados que confesaron su participación en falsos positivos, también fue salpicado otro coronel del Ejército, el coronel Diego Hernán Padilla, quien durante la comandancia de Ávila se desempeñaba como jefe de Operaciones del Batallón Ospina.

De acuerdo con el relato del sargento García, el mayor Padilla sabía de los falsos positivos, conocía personalmente a los reclutadores que trabajaban con el batallón como ‘Papito’ o ‘Yogurt’ e incluso, en una ocasión llegó a tranquilizar a un soldado que se negaba a participar en los crímenes, todo “para que no tuviera miedo”.

“Ese sargento siempre se negó, y desafortunadamente entre el mayor Padilla y el sargento Ochoa lo involucraron en ese hecho, él incluso tenía actividades administrativas, pero ahí obligado lo involucraron. Incluso ese día llegó el mayor Padilla después de los hechos, llegó a hablar con el sargento y a tranquilizarlo”, señala el relato del sargento García.

Asimismo, según el sargento García, el sucesor de Padilla, mayor (r) Segundo Raúl Huertas, se negó desde un principio a participar en ese tipo de homicidios y el coronel Edgar Emilio Ávila mencionaba que “ese mayor como que no quiere ser (ascender a) teniente coronel”.

También, el sargento García acusó al coronel (r) Bamel Abueta de haber participado en ejecuciones extrajudiciales e incluso de haberle mencionado la utilización de los “kits de legalización” para colocárselos a las víctimas y lo criticó porque según él, Abueta continúa “empecinado” en no reconocer su responsabilidad.

LAS ABERRACIONES CRIMINALES DEL HORROR EN EL BATALLÓN OSPINA

En varios de los testimonios conocidos por La W como el del sargento William Darley García y el del sargento Iván Mauricio Ochoa (quien compareció por más de 30 operaciones criminales) se detallan las más aberrantes prácticas así como errores en la comisión de los crímenes, y persecución a víctimas que sobrevivían, para “rematarlas” como ocurrió algunas veces, incluso persiguiéndolas por barrancos por los que caían heridas pero vivas.

Por ejemplo, en el caso de una de las víctimas en febrero de 2006, la persona fue asesinada por una de las compañías del Batallón al mando de un teniente Urrutia, pero al momento de llegar a la escena de los hechos, los sargentos se percataron que el pasamontañas que los soldados le habían colocado a la víctima se lo habían puesto al revés, es decir, el espacio para ver estaba ubicado en la nuca y ya venía en camino la Fiscalía.

“Al llegar al sitio nos percatamos que él le había colocado un pasamontañas, pero el pasamontañas se lo colocó al revés, quiere decir que la parte de los ojos estaba para la parte de atrás de la cabeza. García coge y le da la vuelta al pasamontañas y se lo acomoda, hasta inclusive le dijo al soldado que tenía que estar más pendiente”, indicó el testimonio del sargento Iván Mauricio Ochoa.

Además, eran distintas las técnicas que aplicaban los soldados para simular los combates, colocándose guantes quirúrgicos y agarrando las manos de las víctimas para luego disparar la supuesta arma, (usando las dos manos de la persona con miras a no dejar dudas sobre si era zurdo o derecho). Según las confesiones, los militares guardaban las armas en el Batallón y además las conseguían con los reclutadores, o las mismas personas, en algunos casos delincuentes que eran los engañados, llevaban sus propias pistolas.

Pero además, en una cruda descripción, se supo que utilizaban técnicas escabrosas como introducir palillos en la nariz de la víctima para comprobar si, tras los disparos a quemarropa, aún permanecían vivas o no.

En algunas ocasiones les colocaban un bolsito. Ahí les metían un tarro con explosivos, panfletos. El sargento Ochoa llegaba y los movía, les tomaba el pulso, o era tan macabro que les metía palos dentro de la nariz para ver si de pronto la víctima reaccionaba, él les introducía palos en la nariz para chuzarlos, por más herido que esté, pues reacciona” detalló el sargento William García.

En algunos de los crímenes que perpetraron los militares las víctimas sobrevivían, por ejemplo una de ellas continuaba con vida después de recibir los disparos en su cuerpo, por lo cual los militares tras cerciorarse, procedieron a rematarla y esperar unos minutos para comprobar nuevamente si había muerto y maquillar la escena.

En otro caso, por ejemplo, ocurrido también en 2006, los militares confesaron lo ocurrido con la muerte de un civil, quien fue llevado también con engaños junto a otras personas, y fue retenido por los militares, quienes le dispararon pero cayó por un barranco, lo buscaron toda la noche, hasta que amaneciendo un conductor de bus les indicó que una persona estaba en la vía pidiendo auxilio, llegaron hasta allí, y en la noche de ese día lo mataron.

“Llegamos nosotros con la víctima viva, ahí estaba el mayor Padilla y se entera de todo. Ahí ve a la víctima, estábamos todos, entonces pues es una situación especial, ya está amaneciendo y esa no es la hora para dar un resultado operacional porque transita mucha población. Entonces en presencia del mayor Padilla, el teniente Bustamante, García y yo, se decide que Bustamante va a tener a la víctima en su puesto de mando hasta la noche, y ya en la madrugada darlo como resultado”, narró el sargento Ochoa.

Los crímenes fueron tan atroces como inverosímiles, por ejemplo, en una ocasión en la zona conocida como Alto de Minas en Caldas (Antioquia), el falso positivo se frenó porque las víctimas llegaron en pantaloneta y camiseta y el lugar era muy frío, por lo cual matarlos en esa situación generaría dudas. Al otro día los engañados sí fueron vestidos en jean y camisa, y ahí sí procedieron a asesinarlos.

“Esto se aplazó, inicialmente porque alias ‘Pan de Diez’ los llevaba, pero ese día no hicieron nada porque las personas iban en pantaloneta en un área bastante fría y cómo iban a aparecer unos muertos en pantaloneta a altas horas de la noche. Ya después, esta gente fue vestida en jean, ellos mismos llevaban las armas porque iban a atracar un finquero. Después asesinaron a estas personas”, indicó el sargento García.

Debido a que el Batallón Ospina bajo la comandancia del coronel Ávila, según los testimonios, trabajaba con más de cuatro reclutadores de víctimas, en ocasiones por ejemplo se repartían las personas como si fueran objetos. Así sucedió, según el sargento García, con cuatro víctimas que fueron repartidas: tres para un grupo y una víctima para otro.

La falsedad incluso se extendía a brindarle una mentirosa sensación de seguridad a la comunidad. De acuerdo con los militares, tras la quema de una buseta por parte de un grupo armado, en alianza con el reclutador ‘Román’, consiguieron a dos personas para matarlas y hacerlas pasar como los responsables de la incineración (en este caso es donde García indica que le informó al coronel Ávila que ya tenía el fusil AK-47 para ponerle a uno de los muertos).

En el caso del coronel Diego Hernán Padilla, en su respuesta ante la jurisdicción en audiencia, desconoció cualquier responsabilidad en los crímenes y afirmó que creyó en los soldados y si ellos “le decían que estaban en combate” pues les “creía”. La W también está a la espera de si el general González Peña considera pronunciarse ante los señalamientos de presunta omisión en los crímenes.

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