En el sur del Tolima se respira ahora la paz

Por Agencia Nacional de Tierras

Gaitania, Tolima (@AgenciaTierras). Lo que más le molesta a Johan Arlén Barco es que se siga diciendo que toda la gente de Gaitania es guerrillera.

Gaitania, Tolima (@AgenciaTierras). Lo que más le molesta a Johan Arlén Barco es que se siga diciendo que toda la gente de Gaitania es guerrillera.(Thot)

 


 

“Nosotros no tenemos nada que ver con la guerrilla. Por ejemplo, es muy maluco que la gente (del municipio tolimense) de Planadas suba acá a integrarse con nosotros y diga ‘ojo lo reclutan (los guerrilleros). Pilas que ese chino (o muchacho) es un miliciano’. Eso es como menospreciarnos a nosotros”, aseguró Barco, un estudiante del grado 11 de la Institución Educativa Antonio Nariño de Gaitania.

Gaitania es un remoto caserío del municipio de Planadas, en el sur del departamento del Tolima, y por muchos años la casa de Pedro Antonio Marín, alias “Manuel Marulanda” o “Tirofijo”, el fundador en 1964 de las hoy pacificadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia o Farc.

Barco, de 19 años, vio muchas veces de cerca la muerte. Fueron tiempos pavorosos en que la guerrilla se enfrentaba a bala con militares y policías. “Por ejemplo, estábamos en el parque cuando llegaban con un muerto. Uno sabía que era el papá de un compañero de estudio. Eso eran dos o tres muertos cada ocho días. En esa época todos estábamos chiquitos y terminábamos llorando. Yo veía a mis compañeritos desesperados buscando a sus papás o a sus hermanitos”, recordó Barco, quien, según dijo, quiere licenciarse en educación para ayudar a formar a las nuevas generaciones de Gaitania.

El viernes, Barco hizo parte del acto en que la Agencia Nacional de Tierras entregó en Gaitania los títulos de propiedad de 12 escuelas a las autoridades civiles de las poblaciones de Rioblanco, Ataco y Planadas, todas en el Tolima.

Desde su creación, hace dos años, la entidad ha entregado títulos a 180 centros educativos de todo el país. En adelante, esas escuelas podrán acceder a todo tipo de recursos por parte de las autoridades nacionales y departamentales ya que, como no tenían sus documentos en regla, eran una especie de “instituciones piratas”.

“Esto (de la entrega del título de propiedad) es muy bueno para nosotros (en la escuela). Me gusta mucho lo que sucedió (en la jornada) porque ahora podremos ampliar los salones del colegio”, dijo Barco, emocionado.

A propósito de los dos años de la fundación de la Agencia de Tierras, su director, Miguel Samper Strouss, recorrió gran parte del país en 72 horas y entregó 110 títulos de propiedad privada, dos títulos colectivos para comunidades negras, 39 baldíos con fines de restitución, 52 baldíos en zonas focalizadas, 350 hectáreas en ocho predios para una asociación de campesinos desplazados por el conflicto y los 12 predios del Tolima.

“Yo no acepto que sigan diciendo que la implementación del Acuerdo de Paz, en materia tierras, no arranca. Ya son 40.100 familias campesinas las que se han convertido en propietarias de un predio gracias a nuestra gestión”, comentó Samper Strouss en el municipio de Ciénaga, Magdalena.

Junto a Barco, en una entrevista con la oficina de prensa de la Agencia de Tierras, estaba la profesora Sandra Patricia Bustos. Ella lleva dos años como maestra en una escuela de Marquetalia, la vereda de Gaitania que el fallecido “Tirofijo” escogió como vivienda durante décadas.

“Hace cuatro o cinco años yo no hubiera dado esta entrevista”, advirtió Bustos, de 38 años y quien considera que Marquetalia tiene los paisajes más bellos del mundo. De “Tirofijo”, observó la rubia mujer, se habla mucho en el caserío. “Dicen que era muy estricto, que nunca permitió que nadie subiera por allá (…) Hoy en cambio ir a Marquetalia es como ir a Melgar”, o la reconocida localidad turística del Tolima.

Para Bustos, Marquetalia en parte es un cementerio. “La gente dice que por donde uno camina puede haber cadáveres. A las personas las mataban y nadie recogía los cuerpos. Ni siquiera los familiares. Entonces a lo mejor por donde uno camina hay muertos”, detalló Bustos, madre de un hijo de 12 años y oriunda de la hidalga Chaparral.

Cuando se le preguntó qué era lo mejor del proceso de paz que sellaron en La Habana, Cuba, el gobierno colombiano y las Farc, Bustos comentó: “Poder hablar sin miedo y caminar sin miedo”.

Ciertamente en Gaitania -y en Marquetalia- ya no hay el miedo de antes. Un agente de la policía del pequeño poblado, que exigió el anonimato por razones de seguridad y por temor a tener líos laborales, dijo estar feliz porque no ha visto morir a ninguno de sus compañeros.

“Eso (lo del asesinato de uniformados) se acabó hace como 10 años. Antes por aquí los policías muertos se contaban por decenas”, relató el policía nativo del puerto de Tumaco, en el departamento de Nariño y al suroeste de Colombia.

De hablar pausado, el “hombre de verde” contó que por las calles de Gaitania se encuentra constantemente con hombres que otrora fueron guerrilleros. “Yo no les digo nada ni ellos me dicen nada. Yo no podría decir que son malas personas. Fue la vida que les tocó (…) Los más felices con el proceso de paz son ellos porque ya están viejos”.

Esos excombatientes, en concepto del policía, ya no tienen edad ni para la guerra ni para la cárcel. “Es gente como uno. Tanto ellos como yo somos del pueblo”, enfatizó el agente, sin asomo de odios en sus comentarios.

Odios que tampoco alberga Johan Arlén Barco. “Yo estoy muy de acuerdo con el proceso de paz para que no haya más bombas ni bombardeos”, sentenció.

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