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Los detalles detrás del incidente de la espada de Bolívar

Las angustias de un coronel atrapado entre dos presidentes y la desautorización de la última orden de Iván Duque.

Los detalles detrás del incidente de la espada de Bolívar

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Espada de Bolívar. Foto: Juan Barreto / AFP vía Getty Images

Colombia

La espada de Bolívar parece destinada a ser noticia cada cierto tiempo. Lo que pasó entre el presidente Gustavo Petro, el hoy expresidente Iván Duque y el arma del libertador no empezó ayer, sino hace 45 días.

El jueves 23 de junio, cuatro días después de la segunda vuelta que eligió a Gustavo Petro, Duque invitó a su sucesor por primera vez a la Casa de Nariño.

La reunión arrancó con frialdad y prevención. Duque se había metido en la campaña política contra Petro. Los dos tenían heridas profundas, pero la conversación fue serenándose y en un momento se volvió cálida y cordial.

En ese punto, Duque se levantó, le pidió a Petro que lo siguiera y caminaron hasta un lugar del palacio donde reposaba en una urna de cristal la espada de Bolívar.

Petro se emocionó porque era la primera vez en su vida que veía el arma tan emblemática para el M-19, el grupo guerrillero al que perteneció y que se la robó de la Quinta de Bolívar en Bogotá al inicio de su accionar subversivo.

En contexto:

El presidente Petro, conmovido, nos comentó a Federico Gómez, el director de Cambio, y a mí, que había interpretado ese gesto como un acto de generosidad de Iván Duque. Nos lo dijo al día siguiente de la reunión.

Para ese momento, ya los organizadores de la posesión tenían claro que el mandatario entrante quería tener la espada presente en la ceremonia.

Los encargados de la transmisión de mando le pidieron al gobierno saliente que permitiera el traslado de la espada a la Plaza de Bolívar para el juramento de Gustavo Petro. No hubo objeción.

Fue fabricada una urna especial para transportarla. Un grupo de militares del Batallón Guardia Presidencial se preparó para movilizarla. Irían vestidos con el llamado uniforme ‘Papagayo’ que rememora el usado por la guardia de honor del libertador.

El Ministerio de Relaciones Exteriores prestó una espléndida mesa construida en maderas preciosas que hace parte del histórico mobiliario del palacio de San Carlos. La mesa estaría al lado del podio presidencial para que la espada de Bolívar tuviera un sitio de honor en la ceremonia.

Hacer todo esto toma tiempo y el gobierno saliente de Iván Duque no había manifestado ningún reparo. Por eso el plan seguía en marcha.

Los inconvenientes arrancaron apenas el viernes pasado, 5 de agosto, la antevíspera de la posesión. “Palacio” empezó a poner obstáculos. Primero se preguntó si la reliquia histórica estaría segura. Y desde luego lo estaba, porque el 7 de agosto no habría un lugar más custodiado en Colombia con agentes encubiertos, francotiradores, escuadras de fuerzas especiales, además del Batallón Guardia Presidencial y destacamentos de la Armada, la Fuerza Aérea, la Policía y el Ejército.

Entonces “Palacio” –y ustedes ya saben qué quiere decir “Palacio”– recordó que la espada está en custodia y comodato al Departamento Administrativo de la Presidencia, DAPRE, pero por ser patrimonio histórico está a cargo del Ministerio de Cultura. Esa entidad debía responder por la integridad de la reliquia con un seguro contra todo riesgo.

El viernes mismo, la aseguradora estatal La Previsora trabajó a toda máquina para avaluar y asegurar la espada. Como en la práctica es imposible establecer el valor de la pieza, determinaron que valía mil millones, como por decir algo. La aseguraron por 24 horas, que arrancaban a las 00:00 horas del domingo y terminaban a las 00:00 horas de hoy lunes. El Ministerio de Cultura solo tenía que pagar dos millones de pesos por la prima del seguro.

Todo estaba listo, pero ayer en la mañana el presidente Duque decidió que no. ¿Por qué?: “Porque yo soy el presidente hasta las 3:00 de la tarde”.

Ya nadie volvió a argumentar.

Como la posesión presidencial se cumple como parte de una sesión formal del Congreso en pleno, el orden del día establecía que después del juramento y la imposición de la banda al presidente venía el juramento a la vicepresidenta Francia Márquez.

Ella levantó su mano lista para jurar, pero el presidente Petro lo que dijo fue otra cosa:

  • “Como presidente de Colombia le solicito a la Casa Militar traer la espada de Bolívar. Es una orden del mandato popular y de este mandatario”.

La casa militar para estos efectos era el coronel Anuar Fernando Sadaat Castro, jefe de la oficina castrense de la Casa de Nariño al servicio del presidente saliente.

Imagínense el lío del pobre coronel Sadaat: quien ha sido su jefe, Iván Duque, ordenaba que la espada se quedara en Palacio. Pero quien acababa de jurar como presidente y, en consecuencia, comandante supremo de las Fuerzas Armadas, le ordenaba que la llevara.

¿A quién le hacía caso?

A alguien con alma leguleya se le ocurrió que Petro aún no era formalmente el presidente porque faltaba que el Congreso en pleno aprobara el acta de posesión, pero otro sostenía que desde que juró se había convertido en el comandante en jefe. En esa discusión estaban cuando se apareció el edecán del presidente Gustavo Petro, el teniente coronel de la Policía Carlos Alberto Feria, a pedir se cumpliera la orden del mandatario.

Mientras tanto, en la Plaza de Bolívar se vivía un tenso receso amenizado por la maestra Teresita Gómez, quien salvó la situación con un maravilloso concierto de piano, ejecutado de memoria y por fuera de programa con la portentosa lucidez de sus 79 años.

Quizás el ya expresidente Iván Duque supo en ese momento lo que estaba causando, entendió que había sido desautorizado por su sucesor y admitió finalmente que la espada saliera hacia la Plaza de Bolívar.

Los soldados del escuadrón de honor bajaron la urna de plexiglás, que fue primorosamente limpiada por una experta con guantes de cirugía.

Y a toda carrera partieron hacia el Capitolio, poniendo fin a los treinta eternos minutos en los que la espada de Bolívar estuvo a punto de convertirse en el Florero de Llorente.

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