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Las últimas horas de Alejandro Gaviria como ministro

Cuando iba para Palacio, su viceministra le anunció que la estaban llamando a la Casa de Nariño. Ella sería su remplazo.

Las últimas horas de Alejandro Gaviria como ministro

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Alejandro Gaviria.

Este lunes, 27 de febrero, que fue el último día de Alejandro Gaviria como ministro empezó para él con un silencio raro.

Nadie lo llamaba.

Al contrario de lo que había pasado en dos ocasiones anteriores en las que había recibido llamadas de la jefe de gabinete, Laura Sarabia, y del propio presidente Gustavo Petro preguntándole por filtraciones; esta vez no sonó el falcon, ni la aplicación de Line, que es la más usada por el presidente y los ministros.

Nadie lo llamó a preguntarle por el documento publicado por Cambio, del cual él era coautor.

El silencio no era ningún signo de tranquilidad.

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El ministro de educación había acordado hacía unos días un almuerzo con el secretario general de la Presidencia, Mauricio Lizcano, y sabía que tendría la oportunidad de medir el clima en Palacio horas antes del Consejo de Ministros.

Era una de sus primeras salidas a la calle después de un fuerte coronavirus que lo atacó. Los síntomas de la enfermedad se manifestaron severamente. Los días de fiebre, escalofríos, dolor de cabeza desembocaron en uno aún más difícil: Desde el domingo Gaviria empezó a sentir que sus días en el gobierno estaban terminando.

La sospecha solo vino a confirmársela una llamada de su viceministra Aurora Vergara que le entró cuando él se dirigía a la sede presidencial. Ella, con lealtad, se comunicó para informarle que había sido llamada a presentarse a Palacio.

Es muy raro que un viceministro sea citado a la Casa de Nariño sin que el ministro sepa para qué.

Gaviria intuyó inmediatamente que ya tenía remplazo y la viceministra, que aún no sabía para que la habían llamado, aparentemente sospechaba lo mismo. Efectivamente esa noche la viceministra Aurora Vergara fue nombrada Ministra de Educación.

Alejandro Gaviria entro a la Casa de Nariño por los sótanos de la carrera octava poco después de las 12 de este lunes. Aunque había decenas de periodistas esperando el momento para ponerle el micrófono, ninguno lo vio llegar.

Estaban todos pendientes de una anunciada declaración del presidente después de reunirse con los jefes de los partidos de la coalición.

El presidente Petro se preparaba para almorzar con el jefe del Partido Liberal César Gaviria, la directora del Partido de la U Dilian Francisca Toro, el dirigente conservador Efraín Cepeda, los senadores del Pacto Histórico Alexander López, Aida Avella y el presidente de la Cámara David Racero, entre otros.

A unos metros de ese lugar –en el despacho del secretario general– estaba el todavía ministro de Educación.

En el ambiente se sentía que algo le iba a pasar. Y no solo a él. La noche del domingo, el jefe de Estado consideró sacar a Gaviria y a los ministros de Hacienda, José Antonio Ocampo y Agricultura, Cecilia López. Después, decidió continuar con la ministra López pero hasta el mediodía del lunes estuvo sobre el tapete la permanencia o no del ministro de Hacienda José Antonio Ocampo. Las aguas se calmaron con Ocampo después de la expedición de un comunicado en el que el Ministerio de Hacienda avaló parcialmente la corrección de las cifras de la reforma a la salud.

La expedición de ese comunicado tampoco fue fácil. Tal como se los contamos aquí, el lunes en la mañana arrancó una reunión en el Ministerio de Salud para reclamar por el silencio de Hacienda. Días antes, el ministro Ocampo había concedido en privado la razón a unos cálculos que el economista Luis Jorge Garay había hecho sobre la reforma. La demora en publicar ese aval, era percibida por el presidente y por la ministra de Salud como un acto de deshonestidad intelectual del ministro de Hacienda.

Finalmente, el comunicado fue publicado a la 1:29 y aunque publica las cifras, señala que “las dos carteras seguirán trabajando en escenarios”. Es decir, la última palabra no se ha dicho, pero la comunicación fue suficiente para mantener al ministro José Antonio Ocampo.

La reunión de los jefes de los Partidos Políticos con el presidente avanzaba en Palacio. Uno de los asistentes le contó al Reporte que en la mesa se mencionó el documento de los ministros y el hecho de que Alejandro Gaviria estaba en la sede presidencial a esa hora.

Mientras tanto el aún ministro de Educación se cruzó en el corredor con la jefa de gabinete Laura Sarabia a quien le preguntó si estaba pasando algo. Ella le respondió que era evidente que la confianza se había perdido.

Entonces, Gaviria le pidió que le consiguiera de manera urgente una charla de unos minutos con el presidente. Ella le dijo que era imposible antes de una alocución que estaba citada para las 7 de la noche.

Alejandro Gaviria supo en ese momento que su salida del gobierno era un hecho y decidió irse de la Casa de Nariño antes de la alocución porque sabía que su remoción sería el plato fuerte del discurso.

La “pérdida de la confianza”, como lo llamó Laura Sarabia, era la manera tácita de confirmarle su despido.

Mientras salía de Palacio, Gaviria se encontró con algunos colegas de gabinete que llegaban al Consejo de ministros. Todos lo miraban como si le estuvieran darle el pésame. Uno de ellos era el de Hacienda José Antonio Ocampo a quien le contó lo que le había dicho la Jefa de Gabinete. El ministro Ocampo replicó que él había decidido quedarse.

La causa de la salida de Alejandro Gaviria fue la filtración del documento de 17 páginas (en realidad son 18 con las firmas) con las objeciones suyas, de Ocampo, de la ministra López y del director de Planeación Jorge Iván González, a la reforma a la salud.

Ese documento, de innegable interés, lo publicó el domingo la revista Cambio para la cual trabajo. Jamás revelaré quién fue la fuente. En cambio, puedo decir quién no fue.

Como lo tuiteó Félix de Bedout en las últimas horas: La filtración del papel de la discordia no vino del ahora exministro Alejandro Gaviria.

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