EE.UU. marcó como prioridad la disuasión militar ante un posible conflicto en Taiwán
Desde hace más de siete décadas, EE. UU. se encuentra en medio de las disputas entre China y Taiwán, suministrando armas a Taipéi y manteniendo, aunque sin relaciones diplomáticas oficiales, el compromiso de defender la isla en caso de conflicto con Pekín.

Estados Unidos, Taiwán y China. Foto: Getty Images. / HUNG CHIN LIU
Washington marcó este viernes como prioridad impedir un conflicto en el estrecho de Taiwán, subrayando que mantener la superioridad militar es “fundamental para evitar cualquier agresión”, según la Estrategia de Seguridad Nacional 2025 publicada por la Casa Blanca.
El documento señala que un ataque a Taiwán, isla que Pekín reclama como propia, “debería representar un costo demasiado alto para los posibles agresores” y que Washington tiene como prioridad “preservar la superioridad militar”.
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Asimismo, reafirma la histórica política estadounidense de “rechazar cambios unilaterales al ‘statu quo’ en la región del Indo‑Pacífico”, pero resalta la importancia de “preservar la estabilidad regional mediante la combinación de preparación militar, diplomacia estratégica y apoyo a aliados”.
Aunque el informe mantiene la ambigüedad sobre una intervención directa, enfatiza que “la defensa de Taiwán forma parte de los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos”.
Además, advierte que un conflicto en la isla tendría “graves implicaciones globales”, tanto económicas como geopolíticas.
Según la Casa Blanca, Taiwán desempeña “un papel clave en cadenas productivas estratégicas, especialmente en la industria tecnológica y en el suministro de semiconductores, lo que convierte cualquier crisis en un riesgo de alcance internacional”.
Por ello, la prevención de un enfrentamiento militar es “esencial para proteger la economía mundial y mantener la estabilidad en una región vital para el comercio global”.
El informe también subraya que la competencia con China se ha convertido en un pilar de la política exterior estadounidense, y que reforzar alianzas regionales y preparar contingencias para aumentar la capacidad de disuasión frente a amenazas externas son prioridades estratégicas.
Aunque reconoce la importancia de la diplomacia, la estrategia prioriza la acción preventiva y la preparación militar para “garantizar que cualquier agresión a Taiwán se perciba como inaceptable”.
Desde hace más de siete décadas, EE. UU. se encuentra en medio de las disputas entre China y Taiwán, suministrando armas a Taipéi y manteniendo, aunque sin relaciones diplomáticas oficiales, el compromiso de defender la isla en caso de conflicto con Pekín.
Mientras, China considera a Taiwán como una “parte inalienable” de su territorio y no descarta el uso de la fuerza, postura que Taipéi rechaza, asegurando que solo los 23 millones de taiwaneses pueden decidir su futuro político.
El gigante asiático ha intensificado su campaña de presión diplomática y militar contra Taiwán en los últimos años, organizando maniobras bélicas en las inmediaciones de la isla con cada vez más frecuencia y forzando la pérdida de aliados diplomáticos de Taipéi en favor de Pekín.
La tensión regional ha aumentado en las últimas semanas tras los comentarios a principios de noviembre de la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, quien afirmó que un ataque chino contra Taiwán podría constituir una “situación de amenaza a la supervivencia” de Japón y justificar una actuación de las Fuerzas de Autodefensa niponas.
Pekín calificó estas declaraciones como “extremadamente graves” y respondió con protestas, restricciones comerciales y advertencias de viaje.
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En este contexto, el pasado 25 de noviembre, el presidente chino, Xi Jinping, indicó a su homólogo estadounidense, Donald Trump, que el “regreso” de Taiwán a China constituye una “parte importante” del orden internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial, unas declaraciones fuertemente repudiadas por Taipéi.
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